Este artículo hace parte de la revista Voces Por el Clima No 3
“Existe un pájaro negro que anda por las noches, no podemos matarlo, no podemos hacerle nada, porque él es un pájaro sagrado que es guardián de nosotros”, me dice Saravin Izquierdo mientras caminamos por la quebrada de San Lorenzo, junto a Darwin Izquierdo. Ellos dos son arahuacos e intentan explicarme la importancia de las aves para los pueblos originarios de la Sierra Nevada de Santa Marta. “En el pico nevado, el pájaro vive en el frío; cuando ya el calentamiento va subiendo, el pájaro también se va acabando”, me dice Darwin, señalando la cascada que, según él, está más seca que en años anteriores.
Recorremos el lugar buscando pájaros y ellos advierten el silencio, ya no se escuchan muchas aves, los sonidos están cambiando. Queriendo saber más de las aves de la Sierra, busco a Otto Gil, indígena wiwa y experto observador de aves.
Por lo general, las aves migratorias que llegan son las reinitas. Como estamos en el bosque, llegan los zorzales, los cucú ardillas, algunos gavilanes migratorios y andarines del río. Pero, si estamos hablando ya cerca de las playas, llegan algunas especies de patos y gaviotas migratorias que andan viajando de un lugar a otro.
Otto observa con preocupación cómo la tala y la sequía afectan las aves,
por ejemplo, los andarines del río —que son las principales especies de aves que buscan riachuelo— son las que más se afectan. Supongamos que el año pasado hubo un bosque aquí, cortaron ese bosque y el río y la quebrada se secaron; ya a ese lugar ellos no llegan, pero entonces pierden la orientación.
A partir de esas observaciones, me comunico con Camila Gómez, de la ONG Selva, una organización que por muchos años ha monitoreado aves migratorias en la Sierra. Ella me informa que
no hemos visto necesariamente disminuciones de los números de individuos que llegan a la Sierra; sin embargo, lo que sí es cierto es que las poblaciones de muchas especies de aves han disminuido y siguen disminuyendo drásticamente, desde hace cincuenta años. Especies que antes eran abundantes, ya no lo son tanto; un ejemplo que se me ocurre es la reinita alidorada, es una especie que ha disminuido impresionantemente sus poblaciones.
Esa observación en terreno es corroborada por diversos estudios académicos (Gómez et al., 2015) que reportan que no es solo la reinita alidorada, sino también otras aves, como la setophaga striata, que habita en el piedemonte de la Sierra, entre los departamentos del Magdalena y La Guajira (Bayly et al., 2018).
La disminución de aves migratorias podría causar un desequilibro ambiental en la cuenca del Caribe, debido a que algunas consumen insectos que podrían generar daños en los cultivos y la salud humana; al haber más insectos, podrían haber más enfermedades y una disminución de alimentos. Sin embargo, Camila me advierte que el problema va más allá de la Sierra:
las aves migratorias prefieren los bosques premontanos, es decir, los que tienen entre 700 y 2.000 metros de elevación. Esas zonas son las productivas, no solo de la Sierra Nevada, sino de todos los Andes colombianos y del neotrópico. Por lo tanto, han sido transformadas para el uso humano, el cultivo del café en la Sierra, varios tipos de agricultura, desarrollos urbanos y demás.
Consultando con la Sociedad de Ornitólogos del Magdalena, encuentro más sonidos perdidos, como el de las nubes de patos que recorrían la Ciénaga Grande y que, a causa de la caza indiscriminada y pérdida del hábitat, ya no es muy común encontrar. El caso más preocupante es el del colibrí manglero, que solo fue avistado una vez el año pasado, según el reporte de Sergio Mendivil (Mendivil & Rivas, 2022), representante de esta Sociedad: “Los campesinos son los que nos han advertido sobre estas pérdidas. Ya no ven a los animales como antes para las temporadas migratorias, ya no se oyen sus cantos”. Lo que pasa en la Sierra afecta a la Ciénaga, ya que son dos ecosistemas vecinos. Actualmente, ambos se encuentran en riesgo, con una gran pérdida y daño, a causa del calentamiento global y la tala indiscriminada del bosque.
A pesar del panorama desalentador y el poco trabajo en conjunto de tres autoridades departamentales ambientales y una de carácter nacional. Dice Camila Gómez:
La solución puede estar en el territorio, si garantizamos que los hábitats productivos a elevaciones medias sean amigables con las aves, con producción de café en sombra, con árboles nativos que proporcionen recursos como insectos y frutas, con el cuidado de las cuencas de los ríos y con la garantía de unas rondas hídricas con vegetación nativa.
Si esta solución es posible, quizás vuelvan los sonidos olvidados y las aves sagradas continúen volando la Sierra.
Referencias
Bayly, N., Rosenberg, K., Easton, W., Gómez, C., Carlisle, J., Ewert, D., Drake, A. y Goodrich, L. (2018). Major stopover regions and migratory bottlenecks for Nearctic-Neotropical landbirds within the Neotropics: a review. Bird Conservation International, 28(1), 1-26. https://doi.org/10.1017/s0959270917000296
Gómez, C., Gómez, V., Cárdenas, L. y Bayly, N. (2015). Distribution of Nearctic-Neotropical migratory birds along a South American elevation gradient during spring migration. The Wilson Journal of Ornithology, 127(1), 72. https://doi.org/10.1676/14-017.1
Mendivil, S. y Rivas, M. (2022). Descripción de un ensamblaje de aves en la Ciénaga Grande de Santa Marta. https://repositorio.unimagdalena.edu.co/items/06d30988-df09-40a0-9392-bd0c26344f1a